sábado, 28 de enero de 2017

Pederastia y acusaciones a sacerdotes católicos

P. Carlos Pereira, IVE.

El vocablo pederastia es un término compuesto por dos raíces que derivan del griego: país (niño o jovencito) y erastés (amante), y se utiliza comúnmente para designar la relación, de tipo erótico, entre un adulto y un púber o un adolescente, que ocurre al externo del ámbito familiar. El Diccionario de la Real Academia (DRAE) lo define como: “1 - Inclinación erótica hacia los niños; 2. f. Abuso sexual cometido con niños[1].

Como anomalía humana, de carácter sexual, era ya conocida por los griegos, quienes se dedicaron a investigarla como fenómeno, aunque no sólo por ellos. El mismo Heródoto afirma que los pueblos asiáticos también la practicaban[2]. Representa una anomalía, si se considera que la relación sexual natural, humanamente hablando, tiene que consistir entre dos personas adultas de sexo opuesto, como lo ha considerado la moral y las costumbres universales y no lo las occidentales o las de tradición judío cristiana -. Se entiende perfectamente entonces, que si se pretendiese redefinir el tipo de relación sexual o erótica que se considera normal, bajo el influjo de, por ejemplo, ideologías como el gender, de gran auge en ambientes culturales y políticos actuales, habría que redefinir la misma noción de pederastia y todo lo que puede considerarse su malicia y perversión. De todos modos, seguimos lo que se ha considerado siempre como norma ética universal, estimando por lo tanto la pederastia una perversión sexual, una degradación, y en la mayoría de los casos un delito, ya que se suele cometer sin consentimiento de la parte más afectada, en este caso el menor en cuestión.

Estamos de acuerdo entonces, que se trata de un acto abominable y un delito, cometa quien lo cometa, digno de ser sancionado y castigado. Obviamente que su gravedad será mayor en caso que fuese cometido por aquel quien se considera debería ejercer un rol de protección o tutela del menor en cuestión.

El fenómeno no es tan nuevo en la sociedad occidental moderna, aunque el auge del internet y cierta tendencia de los medios de comunicación lo hayan puesto en evidencia en los últimos veinte años, con una frecuencia que no se observaba anteriormente. Sin ir más lejos, es posible encontrar informes que hablan de la ética de doble moral (double standards) en la sociedad inglesa victoriana de fines del siglo XIX y comienzos del XX, donde este tipo de pcticas eran frecuentes y frecuentemente toleradas[3]. Eran también conocidas las preferencias sexuales por jovencitos de parte de los sultanes turcos otomanos. Incluso actualmente no es infrecuente en el mundo musulmán, donde por una simple cuestión de apariencia y de formalidad externa se las busca ocultar[4].

En cuanto a Occidente, en los países donde dicha pctica se hallaba ya difundida desde haa muchas décadas, en estos últimos años se ha visto una verdadera explosión del fenómeno, que ha llevado a muchos a definirlo como una verdadera plaga[5]. En otros países, donde la práctica no era tan común hace treinta o cuarenta años atrás, se ha observado no obstante un crecimiento exponencial del fenómeno en las últimas décadas[6].

La acusación de sacerdotes católicos

En el año 2002, una tormenta perfecta se desata sobre la iglesia católica norteamericana, en particular en Estados Unidos, iglesia que por otra parte se mostraba (y aún se muestra) muy floreciente y vital en cuanto a la participación religiosa, surgimiento de vocaciones, y actividad misionera. En particular, en los dos primeros factores se mantenía un nivel de gran crecimiento, en comparación con Europa, donde estos indicadores se encontraban desde hacía tiempo en franca reducción.

El célebre periodista norteamericano George Weigel, célebre por haber compuesto la biograa más completa sobre la vida de Juan Pablo II, escribió también un libro, llamado: El coraje de ser católico, en el cual comienza enumerando la serie de denuncias, que sin descanso, una tras otra, muchas diócesis de Estados Unidos (especialmente del noreste, más Texas y California), recibieron entre enero y mayo de 2002, respecto a abusos de menores por parte de clérigos. En la inmensa mayoría de los casos, se trataba de hechos originados en las décadas de 1960 y 1970. En algunos casos, las acusaciones consistían en muchos delitos, desparramados durante un período de tiempo que llegaba hasta los treinta años[7]. Cabe remarcar, sin que esto implique justificación alguna de estos abominables actos, que en la inmensa mayoría de los casos sólo se pudo probar uno o dos de los muchos de los que se acusaba a un sujeto determinado, y por ese caso singular se dicsentencia, al menos a nivel civil.

Weigel hace también llamar la atención al lector, haciendo notar que si se leen con cuidado todos los reportes de las denuncias presentadas, pueden distinguirse tres tipos diferentes de abusos. Afirma textualmente: «La pedofilia, atracción etica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes, es el más repulsivo de los tres. Dado que esta crisis de conducta sexual reprobable del clero y de mal gobierno por parte de los obispos, llegó a la opinión blica por primera vez en enero de 2002 debido al caso de John Geoghan, la prensa, algunos obispos y otros comentaristas católicos se acostumbraron a resumir la crisis bajo el titular de una crisis de pedofilia” o crisis de abusos sexuales a niños”. Eso no es cierto»[8].

De los tres tipos aludidos, el segundo de ellos implicaba a los sacerdotes que habían tenido relaciones icitas con mujeres, sean estas menores o no. Fue sorprendente comenta Weigel que este problema, que no es ni mucho menos reciente, no tuviera ninguna relevancia entre los artículos de prensa que narraban los abusos sexuales del clero en la primera mitad de 2002. La forma más común de abuso sexual por parte del clero en las últimas décadas, es, no obstante, la que implica a sacerdotes homosexuales que abusan de adolescentes grandes o venes. Sólo después de dos meses y medio de bombardeo por parte de la prensa en EE.UU se empezó a introducir la distinción; la inmensa mayoría de los abusos que salían a la luz no implicaba a nos pre beres sino a adolescentes o venes, a menudo en institutos o seminarios; el castellano corriente describe esos abusos como acoso homosexual y no como pedofilia.

Todo esto pretende aportar claridad y discernimiento al tema, no pretende ocultar la verdad ni justificar lo que no tiene justificación, ni tampoco negar que se trata de una crisis, crisis que por otra parte señala Weigel toda institución importante de los EE.UU (y de otros muchos países, podemos agregar) tuvo que afrontar en estas últimas décadas, comenzando desde la misma familia. Es una crisis porque toda conducta sexual delictiva de personas situadas en posiciones de confianza y responsabilidad con jóvenes, es malvada y escandalosa. Es también crisis porque la conducta errada de sacerdotes daña a la totalidad de la Iglesia, y también porque un sacerdote que se ha comportado de dicho modo es un hombre que ha roto la promesa que había hecho a Dios y a la Iglesia, perjudicando a la misma comunidad[9].

Se comprenderá también, que la temática de por sí, la divulgación masiva en los medios de comunicación, la facilidad con que la denuncia de un menor de edad puede ser considerada creíble, ha contribuido también, en no pocos casos, a que se hayan levantado acusaciones falsas, que en muchos casos se pudo efectivamente demostrar que lo eran, aunque desafortunadamente, no en todos. En 2011, se publi un libro en los Estados Unidos que produjo mucho revuelo. Su autor, David F. Pierre, comentaba varios casos clamorosos de sacerdotes acusados injustamente, en muchos casos injustamente condenados por penas de prisión que se prolongaron durante os y en algunos casos aún permanecen[10]. El caso más resonante ha sido sin duda el de Gordon Mac Ree, de New Hampshire, quien se encuentra en prisión hace ya más de quince os. Su caso ha sido muy conocido, y una de las voces que más se alzan en su defensa es la de la prestigiosa editorialista Dorothy Rabinowitz, del The Wall Street Journal, uno de los diarios más prestigiosos de EE.UU[11].

Pierre comenta incluso el carácter de acusación creíble por parte de un menor de edad o que lo era al momento del hecho denunciado -, carácter necesario para dar lugar a un proceso. Sin embargo, muchas veces esa acusación se vuelve creíble lo porque el sacerdote y el supuesto menor habitaban en la misma área geogfica[12].

La respuesta de la autoridad competente

La crisis de las acusaciones contra sacerdotes en Estados Unidos derivó en la famosa reunión de la conferencia episcopal americana en Dallas, en junio de 2002, y en la redacción y adopción de las llamadas normas esenciales (Essential Norms) para dicha fecha. Antes de entrar en detalle, queremos también advertir que la Santa Sede, un año antes, había dado a conocer un Motu proprio (documento personal del Papa, pero con carácter normativo), que afrontaba claramente el tema de los llamados delicta graviora (delitos muy graves), algunos de ellos contra la moral y las costumbres, como el caso de un clérigo que abusase de un menor de edad. La normativa o motu proprio fue promulgada en tiempo de Juan Pablo II y constituye el primer argumento en lido que permite declarar falsa la acusación, muy común hoy en los medios de prensa, de que el Papa Magno fue condescendiente con la conducta irregular de los sacerdotes que delinquieron en dicha materia. El motu proprio agregaba penas especiales por este tipo de delito, especificando mucho de lo que en el Derecho canónico regular existía sólo implícitamente. Además, otorgaba a la Congregación para la Doctrina de la Fe (órgano de la curia vaticana antiguamente conocido como Santo Oficio) la potestad para llevar adelante procesos judiciales y sentencias penales por estos delicta graviora, apoyándose en la tradición pasada de la misma Iglesia[13].

Tratando ahora de referirnos a la carta de Dallas (Essential norms) de la conferencia episcopal americana, si bien muy publicitadas por la prensa, han sido sumamente criticadas, con mucho fundamento, por su total incorrección judica y violación de derechos humanos esenciales, que en cualquier derecho procesal penal se reconocen a los acusados.

El célebre cardenal americano Averry Dulles, S.J., en una importante conferencia desarrollada en Florida, en el 2004[14], señalaba quince principios o derechos indispensables que la carta de Dallas ignora y viola sistemáticamente, haciendo votos en favor de una revisión de las llamadas Essential Norms. Los quince principios son: la presunción de inocencia de parte del acusado, que es un derecho consuetudinario, claramente presente en el derecho romano y en la tradición universal, incluido el derecho canónico, que para estas nuevas normas y para este tipo de casos no era prácticamente tenido en cuenta, la definición de abuso sexual, ya que muchos de los cargos que llevan ese nombre no son efectivamente tales, el principio de proporcionalidad, el de retroactividad, el de prescripcn, la necesidad de aplicar cuidados y terapias, la confidencialidad que debe observarse, y varios otros[15].

No podemos dejar este apartado sin referirnos a la benemérita obra del papa Benedicto XVI, quien fue el que más hizo para poner remedio a este tipo de abusos y precisar las normas al respecto, por más que su figura ha sido también frecuentemente denigrada en este y otros aspectos por la prensa y las lobbies mundiales. En primer lugar, corresponde al papa Benedicto haber reformado las Normae de gravioribus delictis (Normas de los más graves delitos), reservados a la congregación de la Fe, en el año 2010. Las reformas en cuestión incluyen: El derecho de poder juzgar, si fuese el caso, también a cardenales, patriarcas, legados de la Sede Apostólica y otras personas físicas referidas en el código de Derecho canónico; la ampliación del plazo de prescripción de la acción criminal, que fue llevado de diez a veinte años; la facultad de conceder al Tribunal y abogados procuradores de la Congregación para la Fe la dispensa del requisito del sacerdocio y de doctorado en derecho canónico (o sea, que algunos de los jueces o abogados pueden ser no sacerdotes); la facultad de sanar actos de violación de normas procesales de los tribunales inferiores; la facultad de poder pedir al Santo Padre, para los casos más graves, la dimisión del estado clerical del reo o bien la dispensa del celibato. En estos últimos considerandos, se deja bien en claro que hecha la salvedad del respeto del derecho de defensa por parte del acusado[16].

Las declaraciones del papa Benedicto sobre el delito de pedofilia del clero han sido sustancialmente elocuentes. Aun cuando pocos las recuerden, son sin duda aquellas que allanaron el camino para que el papa Francisco pudiese actuar con más libertad en el tema. Sin embargo, el hecho de no recordarlas debería provocar la atención sobre la verdadera intención de la prensa y las lobbies mundiales, y quizás de alguien más incluso en la propia iglesia, al insistir tanto en el tema de modo sólo unidireccional. Veamos algunas de las declaraciones del papa Benedicto. A los victimarios: «Habéis traicionado la confianza depositada en vosotros por venes inocentes y por sus padres. Debéis responder de ello ante Dios todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos. Habéis perdido la estima de la gente de Irlanda y arrojado vergüenza y deshonor sobre vuestros hermanos sacerdotes o religiosos. Los que sois sacerdotes habéis violado la santidad del sacramento del Orden, en el que Cristo mismo se hace presente en nosotros y en nuestras acciones. Además del inmenso daño causado a las víctimas, se ha hecho un daño enorme a la Iglesia y a la percepción blica del sacerdocio y de la vida religiosa»[17].

El párrafo en cuestión pertenece a la carta pastoral a los católicos de Irlanda, otro país que presenc una gran ola de acusaciones de abusos a partir del año 2009. La carta fue criticada, por algunos medios y por ciertos grupos, por no hacer referencia a la ocultación de los malos tratos por parte de algunos responsables (obispos en su mayor parte)[18]. Sin embargo, la acusación es abiertamente falsa, y el contenido de la misma carta lo contradice, como por ejemplo: «No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores habéis fallado, a veces gravemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones. Reconozco que era muy difícil captar la magnitud y la complejidad del problema, obtener información fiable y tomar decisiones adecuadas a la luz de los pareceres divergentes de los expertos. No obstante, hay que reconocer que se cometieron graves errores de juicio y hubo fallos de gobierno. Todo esto ha socavado gravemente vuestra credibilidad y eficacia. Aprecio los esfuerzos que habéis llevado a cabo para remediar los errores del pasado y para garantizar que no vuelvan a ocurrir... Está claro que los superiores religiosos deben hacer lo mismo»[19].

Los verdaderos números del problema


Cuando se enfrenta este tipo de problema, considerando como victimarios a algunos miembros del clero, hay que aclarar que nada justifica un delito, menos aún si es abominable por naturaleza, menos aún si es cualificado, como cuando es cometido por alguien que debería haber protegido de modo especial a los menores encomendados a su cuidado pastoral. Sin embargo, se generaliza de modo común, mucho y mal, echando la culpa a todos los sacerdotes o a casi todos, a la Iglesia como institución y a dones precioso como el celibato sacerdotal, sin preocuparse de realizar el menor análisis crítico en cada caso. Por dicha razón, creemos que sea útil presentar algunas estadísticas necesarias al respecto:

En el año 2004, los Obispos de la Conferencia Episcopal americana contrataron al estudio independiente John Jay College of Criminal Justice de la Universidad de Nueva York; es el instituto más prestigioso y reconocido en los Estados Unidos en materia de criminología y perteneciente a una universidad que no es católica. Este estudio arrojó los siguientes datos[20]:
·               Que de 1950 al 2002 los sacerdotes acusados de pedofilia fueron 4392 (de un total de 109,000); de éstos el 78,2% de los casos acusados se trató de actos sexuales con adolescentes que habían superado la pubertad, lo cual no es honroso y ejemplar, pero haber mantenido relaciones sexuales con una persona de entre 16 a 18 años no es pedofilia. El resto, cerca de 958 sacerdotes acusados en el lapso de 42 años, arrojaba una cifra de 8 sacerdotes acusados al año. De estos casos se vio que un alto porcentaje fueron acusados injustamente especialmente a partir de 1990, cuando muchos estudios legales vieron que con estas acusaciones se podía obtener dividendos. Las condenas que el estado ha dado a sacerdotes pedófilos desde el año 1950 ha sido más o menos a 54 sacerdotes, es decir aproximadamente un sacerdote al año, luego de estudios minuciosos.
·               Se vio también que los casos desde 2002 al 2010 mostraron una significativa disminución.
·               El estudio vio casos del extranjero y afirmó que la situación era más o menos parecida a la de Estados Unidos.

Un valioso libro de Philip Jenkins había sido ya editado, incluso por segunda vez, en el 2001, corroborando muchos de los datos que hemos presentado y agregando otros siempre en la misma dirección, afirmando que la pedofilia afectaba realmente al sólo 0,3% del clero[21].

En el 2008 se realizó otro estudio importante por parte del estudio de Cartor, Cimbolic & Tallon, también en Estados Unidos, que concluyó que sólo el 6% de las ofensas por parte del clero catalogadas en el informe del John Jay college eran casos de pedofilia, mientras que un 32% eran casos de efebofilia o sea casos de relación homosexual con gente que había superado la edad de la pubertad[22].

Con respecto al caso de Irlanda, otro país muy sacudido por las denuncias de abusos, tenemos el llamado reporte Ryan en el 2009 (de la Comisión de Investigación Irlandesa, con cinco volúmenes y 2,575 ginas); concluye que de un total 25,000 alumnos de colegios religiosos, fueron presentadas 253 acusaciones de abusos a niños y 128 a niñas (1090 fueron los testimonios presentados de los que sufrieron supuestas violencia de todo tipo: sexual, física y psicogica; es decir, no se reduce el plano sexual). Se trata de acusaciones, no de juicios elaborados con sentencias y cubren los años 1914 a 2000, o sea 86 años. Después de un minucioso estudio, los casos denunciados de abusos sexual a niños por parte de religiosos fueron 23 casos de niños (la mitad se encuentran en dos de los doce centros revisados). En cuanto a niñas, se nombra a tres laicas acusadas en colegios por abusos (ninguna religiosa). En algunas escuelas algunos abusos fueron realizados no por religiosos sino por visitas, personal o alumnos mayores[23].

Como hemos aclarado previamente, la Congregación para la Doctrina de la Fe, dicasterio de la curia romana, volv a tener competencia en dichos asuntos a partir del motu proprio de Juan Pablo II en el 2001. En un artículo concedido por el promotor de Justicia de dicha congregación, se resume el trabajo hecho por la misma, en este campo, hasta el año 2010: «Desde el 2001 al 2010 se han evaluado 3000 acusaciones, de los cuales "podemos decir que grosso modo’, en el 60% de esos casos se trata más que nada de actos de efebofilia, o sea debidos a la atracción sexual por adolescentes del mismo sexo, en otro 30% de relaciones heterosexuales y en el 10% de verdaderos y auténticos actos de pedofilia, esto es, determinados por la atracción sexual hacia niños impúberes. Los casos de sacerdotes acusados de verdadera y auténtica pedofilia son, entonces, unos trescientos en nueve años... Podemos decir que en el 20% de los casos se ha celebrado un verdadero y propio proceso penal o administrativo, que normalmente ha tenido lugar en las dcesis de procedencia - siempre bajo nuestra supervisión -, y sólo muy rara vez aquí en Roma. Haciendo así se agiliza el procedimiento. En el 60% de los casos, sobre todo debido a la edad avanzada de los acusados, no hubo proceso, pero se aplicaron contra ellos medidas administrativas y disciplinarias, como la obligación de no celebrar misa con los fieles, no confesar, llevar una vida retirada y de oración. Es bueno reafirmar que en estos casos, entre los cuales hubo algunos particularmente impactantes de los que se han ocupado los medios de comunicación, no se trata de absoluciones. Ciertamente no ha habido una condena formal, pero algún motivo habrá si a una persona la obligan al silencio y a la oración... En un 10% de los casos, particularmente graves y con pruebas abrumadoras, el Santo Padre asum la dolorosa responsabilidad de autorizar un decreto de dimisión del estado clerical. Se trata de un procedimiento gravísimo, emprendido administrativamente, pero inevitable. En el restante 10% de los casos, los mismos clérigos acusados pidieron la dispensa de las obligaciones derivadas del sacerdocio, la cual fue aceptada con prontitud. Los sacerdotes implicados en estos últimos casos tenían en su poder material de pornografía pefila, por eso fueron condenados por las autoridades civiles»[24].

Todas estas estadísticas lo tienen el objetivo de redimensionar realmente el problema, sin disminuciones ni falsas exageraciones. No se trata, por lo tanto, de justificar lo que de suyo no tiene justificación alguna.

Las verdaderas razones y su dimensión global

Lo que sí tiene sentido, como en toda circunstancia humana encomiable o abominable, es tratar de ahondar en las veras razones del problema, y en su real dimensión, incluso en lo que respecta al aspecto o nivel sobrenatural.

La perspectiva que queremos afrontar ahora sea quizás más propia para los creyentes, para los que creen que existe un Dios creador y redentor del hombre, siendo este último Jesucristo, hombre y Dios verdadero, que ha fundado la Iglesia como su obra continuadora en el mundo. Iglesia que tiene un doble aspecto: uno divino, por ser cuerpo unido a Cristo y movido por el Espíritu Santo, y uno humano, evidentísimo, formado por hombres y mujeres que son falibles, que pueden fallar y que muchas veces fallan. De todos modos, la perspectiva sobrenatural se basa también en los hechos acaecidos, hechos que son reales y palpables a todos. Por eso, no le vendría mal al ateo o escéptico el interesarse también en estas líneas.

El artículo citado de Teullet Márquez aporta una visión muy sobrenatural cuando habla de las posibles causas: En primer lugar, recuerda una vez más que fue Benedicto XVI, quien, con mucha valentía, decidió hablar claramente de algunas causas, que a nivel de Iglesia, desde los años sesenta en adelante confluyeron tratando de generar una crisis de identidad muy grande en los calicos, y especialmente en los religiosos y consagrados: «Sólo examinando cuidadosamente los numerosos elementos que dieron lugar a la crisis actual es posible efectuar un diagnóstico claro de sus causas y encontrar remedios eficaces. Ciertamente, entre los factores que contribuyeron a ella, podemos enumerar: procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa; insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados; una tendencia en la sociedad a favorecer al clero y otras figuras de autoridad y una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos, cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y la falta de tutela de la dignidad de cada persona»[25].

Antes que todo eso, cabe colocar la voluntad libre de cada uno de los que eligió el mal, sin medir quizás todas las terribles consecuencias a lo que una mala elección podía llevarlo. Márquez dice que los estudios de Jenkins afirman que del 100% de casos de pedofilia sucedidos en la Iglesia Calica, el 90% fue motivado por una opción homosexual del victimario.

Pero el autor va más allá, afirmando que no puede negarse que el embate del mal contra la Iglesia católica ha sido terrible en los últimos cincuenta años al menos, y que este de la pedofilia no es sino el corolario de una larga trayectoria. En la teología calica de siempre aunque algunos teólogos hayan buscado negarlo este mal tiene un responsable mayor, que no exime de responsabilidad a quienes, voluntariamente, se ponen a servicio suyo. Este responsable mayor se llama Satanás y es un ángel caído que rechazó a Dios para siempre, según la misma teología. Lo afirman claramente los textos de la Escritura: "Ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios" (Ap 12,9), y sobre como busca de insidiar a los hombres: "Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar" (1 Pe 5,8).

Pablo VI, que ha pasado a la historia como un papa abierto, quien terminó el Concilio Vaticano II y dio nuevos aires, entre otras cosas a la liturgia católica, no ha reparado en términos para hablar de la realidad de la insidia del Maligno: «El mal que existe en el mundo es el resultado de la intervención en nosotros y en nuestra sociedad de un agente oscuro y enemigo, el demonio. El mal no es ya sólo una deficiencia, sino un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor». Y sobre la necesidad de considerar su existencia, afirmaba: «Este capítulo sobre el demonio y sobre la influencia que puede ejercer, tanto en cada una de las personas como en comunidades, sociedades enteras o acontecimientos, sería un capítulo muy importante de la doctrina católica que debería estudiarse de nuevo, mientras que hoy se le presta poca atención. Piensan algunos encontrar en los estudios psicoanalíticos y psiquiátricos o en experiencias espiritistas, hoy excesivamente difundidas por muchos países, una compensación suficiente. Se teme volver a caer en viejas teorías maniqueas o en terribles divagaciones fansticas y supersticiosas»[26].

Teullet nos recuerda parte del itinerario de dicho embate: Durante siglos, el demonio intentó perseguir a la Iglesia desde afuera, con resultado siempre diverso, contrario a lo planeado. «El siglo XX se caracterizó más bien por una persecución desde dentro, buscando desacreditar a la Iglesia y golpearla en sus mismos ministros, ya que como decía Santo Tomás de Aquino, «corruptio optimi pessima» (la corrupción de los mejores es lo peor). Lo vemos al inicio del siglo XX con el modernismo que llevó a gente de Iglesia a dudar de las verdades de la fe y de la veracidad de la Sagrada Escritura, dañando a muchísimas personas. También satanás ata a la Iglesia cuando puso en duda su actuación frente al terrible mal del nazismo, desacreditando especialmente al Papa Pío XII. La mala interpretación del Concilio Vaticano II por parte de gente de Iglesia que derivó en un abandono masivo de religiosos, no fue un acto meramente humano, había detrás una presencia maligna. La crisis litúrgica que aún padecemos significó el deterioro gravemente de lo más sagrado que tenemos, y en ello ha estado presente el demonio. La teología de la liberación marxista extendida especialmente en América Latina dañó muchísimo desde dentro, en especial al sacerdocio y a la vida religiosa. Finalmente, los abusos sexuales por parte de algunos miembros de la Iglesia Católica fue el culmen de esta estrategia, ya que la Iglesia terminaba siendo una institución no sólo desconfiable, sino mala y terriblemente dañina para la humanidad»[27].

No es difícil examinar la lógica de cuanto dicho, si prestamos atención ahora al tema de los abusos sexuales: « (La mayor parte de ellos) han sucedido más o menos entre las décadas del 60 al 90 (más o menos 30 años). Nunca en sus dos mil años la Iglesia Católica había sufrido esta aberrante situacn; de repente sucedieron durante la historia cosas aisladas fruto de pecados personales, pero una hondonada tan grande de abusos sexuales, jamás. No estamos entonces ante hechos fortuitos. Como segundo argumento quisiera que veamos el dónde han sucedido estos casos: mayoritariamente: en comunidades sanas y florecientes. La Iglesia de Estados Unidos o de Irlanda eran comunidades florecientes; varias comunidades religiosas que han sufrido esto en los os 60, eran comunidades florecientes. Y en los últimos años los casos que hemos ido encontrando curiosamente son de comunidades nuevas o nuevos movimientos religiosos, sanos y buenos en doctrina, fieles a la Iglesia y en pleno crecimiento. Es el caso de los Legionarios de Cristo (en xico), de Karadima (en Chile) y algunas otras comunidades más. Uno se pregunta ¿Por qué justo surge el problema allí? ¿No será que justamente satanás quiere «corruptio optimi pessima»?»[28].

Ahora bien, cabe preguntarse por qué, altos dignatarios de la Iglesia y no pocos obispos, no parecen darse cuenta de esta tremenda realidad. Todo parece quererse explicar según factores sicogicos o sociogicos, cuando no se buscan otras explicaciones de carácter aún más accidental (como ambiciones de poder, etc.). Nadie les pide que no tomen posiciones firmes contra los delitos de pedofilia ciertamente probados (la famosa tolerancia cero”), pero estos tienen que ser probados, y además no se los puede equiparar a otro tipo de actos, como la conducta homosexual, que si bien es reprobable no reviste evidentemente el mismo tipo de gravedad[29]. No han sido pocos los casos donde la justicia civil, incluso, ha sobreseído acusaciones que las instancias eclesiásticas condenaron en forma mucho más radical[30].

Se ha dejado de lado, además, un principio que debea ser evidente: El escándalo es siempre peor. Adoptamos el significado de escándalo que da Santo Tomás de Aquino: Un dicho o hecho menos recto que da ocasión de ruina[31]. Este escándalo puede ser activo, cuando uno con su mala palabra o hecho intenta solicitar al pecado; o también, si no lo intenta, el hecho mismo es tal, que en mismo induce al pecado; v. gr.: cuando uno peca blicamente o hace cosa en apariencia pecado, dando al otro ocasión de caída”. Será pasivo, de parte del que es inducido a pecar, cuando lo es sin verdadero motivo, guiado por un error de apreciación de la obra del otro[32]. Aquino afirma también, para el caso del escándalo activo, que este puede darse en mismo, cuando se busca escandalizar, o bien accidentalmente, cuando no se busca hacerlo pero el escándalo igualmente se produce. Por eso advera ya San Pablo: "Absteneos hasta de la apariencia del mal" (1 Tes 5,22). Respecto a esto último, afirma que incluso podría darse el caso que el prójimo se escandalice con hechos que de suyo no son pecados, pero que tienen cierto color de mal[33].

Es por ello que no es necesario ventilar todo y hacerlo blico a viva voz, cuando puede ser reparado de forma mucho más modesta, porque el publicitarlo puede ser ocasión de escándalo y de pecado para aquellos más débiles en la Fe. San Pablo vuelve a advertirlo claramente: "Ciudad que vuestra facultad (potencia) no sea un tropiezo para los débiles" (1 Cor 8,9), y afirma también que el hermano puede verse inducido a hacer algo, que, en su conciencia, significa un pecado o falta (cfr. 8,10). Lo paragona al pecado contra el mismo Cristo: "Pecando contra los hermanos, e hiriendo su conciencia flaca, pecáis contra Cristo" (8,12). O sea, el que escandaliza a otro haciendo algo que podría evitar, se hace responsable, en cierto modo, del pecado del hermano si este se ve inducido a hacerlo. Habría que evaluar atentamente el daño que se sigue del afán morboso por publicitar y dar a conocer todo, pues puede ser mayor el daño que el aparente beneficio que se sigue, si lo hay. Además se corre el peligro de exagerar la calidad de la ofensa del acusado, o incluso de desnaturalizarla, lo cual es también una injusticia en contra del acusado.

Hoy día es instalada, cuando se habla de presuntos delitos, la mentalidad de la transparencia, tomada de un concepto originado más bien en el mundo de las finanzas o de la función blica de administración o gobierno, e interpolado sin más a la conducta moral. Se piensa que si no se publicita el delito de un culpable, se está cayendo en un tipo de encubrimiento. Sabemos muy bien, por otra parte, que para todos los delitos, puede castigarse a un culpable, sin acudir a los diarios a publicitarlo. Eso no es encubrir, porque para que haya encubrimiento es necesario que se den ciertas condiciones, según las normas jurídicas más comunes[34], entre ellas, conocer la comisión del delito (o sea, que se trataba de un hecho delictivo), con anterioridad a la realización del mismo, ocultar eficazmente los instrumentos o efectos del delito, y también ayudar a eludir la acción de la justicia, lo cual supone que el proceso judicial ya ha dado inicio, o sea, que el acusado ha sido requerido por la justicia para su indagatoria, pero eso no significa que tengo que hacer público cualquier defecto más o menos grave de los demás.

La falta de visión sobrenatural en muchos dirigentes católicos, y aún eclesiásticos, no se refleja solamente en este tema ni para este tipo de acusaciones. Pareciera ser una epidemia o un mal global.

Hay sacerdotes, religiosos, obispos, para quienes la Iglesia sólo cumple su misión si se dedica únicamente a los que están marginados económica o socialmente, aun cuando nadie duda que esto sea necesario, y hasta prioritario en ciertos casos. Pero se ha dejado en claro, de parte del Magisterio, que esta opción preferencial no es exclusiva ni excluyente[35].

Lo mismo ocurre cuando, de parte muchas veces de sacerdotes u obispos, se cae en una esfumada diactica de catalogar grupos religiosos como de derecha o izquierda. Más allá de ciertas tendencias políticas que a veces puedan existir, la realidad de la Iglesia debe estar por encima de todo ello. O la necesidad imperiosa de aparecer como potables ante la opinión blica, sobre todo ante los medios de comunicación de masa, sin incluso discernir el ataque con el cual, en los últimos años, muchos de esos medios buscan desprestigiar a la Iglesia. Se note como muchos medios buscan entrevistar a aquellos dignatarios que encuentran o más biles, o más ingenuos, o a quienes pueden fácilmente engañar con preguntas de doble sentido, capciosas, donde parece querer sugerirse una única respuesta posible. La necesidad de ser sincero y auntico debe ser bien entendida, y no puede ser impelida por un rayano complejo de inferioridad enfrente al mundo, complejo que a veces parece guiar obsesivamente a ciertos dignatarios eclesiásticos.

Lo más grave, ciertamente, es cuando se olvida que la gran misión de la Iglesia es la salvación de las almas (lo cual significa el hombre entero, por cierto), y eso se da en este mundo a través de una tensión, según las palabras mismas de Jesús: "Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan" (Mt 11,12), siendo el verdadero combate contra las fuerzas del mal, representadas por los demonios, según San Pablo: "Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, con los seres espirituales de la maldad que están en las alturas" (Ef 6,12).

Que la Virgen Santísima, madre de Cristo, madre de la pureza y de los consagrados en particular, nos permita vivir sin pecado ni ofensas, pero sobre todo que nos ayude a guardar siempre el discernimiento y el sentido de Dios, y por lo tanto del pecado y de los ardides de nuestro enemigo, para que siempre y en todo juzguemos según el Espíritu de Dios.

"El hombre meramente natural no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues le parece locura; y tampoco puede entenderlo, porque sólo se discierne espiritualmente. En cambio el hombre espiritual puede juzgarlo todo y a él nadie lo puede juzgar. Porque, ¿quién conoce la mente del Señor para darle lecciones? Pero nosotros poseemos el pensamiento de Cristo" (1Cor 2, 14-16).








[2] Cfr. Heródoto de Halicarnaso, en su obra de nueve libros: Historias, I. 135.
[4] Cfr. https://www.theguardian.com/commentisfree/2010/apr/25/middle-east-child-abuse-pederasty donde el artículo lo compara justamente a lo que se practicaba en la sociedad victoriana inglesa.
[5] Como es aún el caso de Inglaterra, según se puede ver en este artículo del 2014 pero que denuncia prácticas ya arraigadas desde los años setenta: http://21stcenturywire.com/2014/07/29/britains-plague-of-pederasty-and-power/.
[6] Cfr. http://www.20minutos.es/noticia/11432/0/operaciones/contra/pederastia/ (estudio sobre la pederastia desde 1997 en países de Europa y de América).
[7] Cfr. George Weigel, El coraje de ser católico, ed. Planeta, Barcelona 2003, 19-28.
[8] G. Weigel, El coraje de ser católico, 28.
[9] Para todo esto, cfr. G. Weigel, El coraje, 29-31.
[10] Cf. David F. Pierre jr., Catholic Priests Falsely Accused : The Facts, The Fraud, The Stories, D. Pierre ed., USA 2012, precedido por otro título de su autoría: Double Standard: Abuse Scandals and the Attack on the Catholic Church, USA 2010
[13] El motu proprio Sacramentorum sanctitatis tutela, del 30/4/2001 puede consultarse en Internet, aunque no en español. Lo que está disponible en esta lengua es la carta que acompaña las normativas, de la misma Congregación de la Fe, donde se afirma que se reserva a dicha congregación los delitos contra al sexto mandamiento cometidos por un clérigo con un menor de dieciocho años: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20010518_epistula-graviora-delicta_sp.html (18/5/2001) [AAS 93 (2001) 785-788].
[14] Cf. Card. Avery Dulles s.j., Rights of Accused Priests: Toward a revision of the Dallas charter and the Essential Norms, American Magazine (6/6/2004) [http://americamagazine.org/issue/488/article/rights-accused-priests]. Profesor en la renombrada Universidad de Fordham, N.Y. El artículo es resumen de su conferencia en Fort Lauderdale, el 27 de mayo 2004.
[15] Derecho a proteger la fama del acusado, si se demuestra falsa la acusación, la remuneración que compete a los acusados – según el derecho canónico -, el acceso a un proceso digno, la suspensión del ministerio y sus condiciones, la virtual laicización, la perspectiva de reinstalarse si se prueba falsa la acusación, las ofensas sufridas, la legislación universal no tenida en cuenta, el tratamiento igualitario, etc.
[16] Entre otras normas, como por ejemplo, el equiparar al caso de un menor de edad el de una persona adulta que posee de modo habitual un imperfecto uso de razón, y el establecer como delito la adquisición, posesión y divulgación, por parte de un crigo, de material pornográfico que involucre a menores de 14 años. Cfr. la relación sobre las nuevas normas del 21/5/2010 en: http://www.vatican.va/resources/resources_rel-modifiche_sp.html [AAS 102 (2010) 432-434]. Las normas en: http://www.vatican.va/resources/resources_norme_sp.html [AAS 102 (2010) 419-430].
[17] Cfr. S.S. Benedicto XVI, Carta pastoral a los católicos de Irlanda (19/3/2016 [w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/letters/2010/documents/hf_ben-xvi_let_20100319_church-ireland.html],n.7).
[19] Cfr. S.S. Benedicto XVI, ibídem.
[20] Los cuales pueden ser corroborados en un artículo de Bill Donohue, John Jay College of Criminal Justice undermined by its own data (6/6/2011): http://www.ncregister.com/daily-news/john-jay-study-undermined-by-its-own-data. Los datos en español los tomamos del artículo de J. Pierre Teullet Márquez, ¿Qué hay detrás de los abusos sexuales?, publicado el 2/12/2016 (http://www.mdzol.com/opinion/707151-que-hay-detras-de-los-abusos-sexuales/).
[21] Cfr. P Jenkins, Pedophiles and Priests: Anatomy of a Contemporary Crisis, Oxford University Press (2001).
[22] Cartor, Cimbolic & Tallon (2008), Differentiating Pedophilia from Ephebophilia in Cleric Offenders. Sexual Addiction & Compulsivity, vol. 15, Issue 4, 311 - 319.
[23] Un resumen de dicho reporte en: http://www.childabusecommission.ie/rpt/pdfs/CICA-Executive%20Summary.pdf. Nuestra información es tal cual la presenta J. P. Teullet Márquez en el artículo citado.
[24] Entrevista a Mons. Charles Scicluna en página oficial del Vaticano: http://www.vatican.va/resources/resources_mons- scicluna-2010_sp.html.
[25] Cfr. S.S. Benedicto XVI, Carta pastoral a los católicos de Irlanda, n.4.
[27] Cfr. J. P. Teullet Márquez, ¿Qué hay detrás de los abusos sexuales?...
[28] Cfr. ibídem.
[29] Nos referimos a la gravedad en comparación con la pederastia lisa y llana. Obviamente, la Sagrada Escritura, en particular el Nuevo Testamento, es también muy fuerte condenando la práctica de la homosexualidad como un pecado. 1Tim 1, 9-10: Y conocemos esto: que la ley no ha sido puesta para el justo, sino para los rebeldes e insubordinados, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los homosexuales, para los secuestradores, para los mentirosos, para los perjuros, y para cuanto sea contrario a la sana doctrina; 1Cor 6, 9-10: No os engañéis: que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.
[30] Ha habido casos donde las acusaciones han sido muy dudosas. En el caso de Karadima, en Chile, este fue absuelto por la justicia civil, aunque no por la eclesstica. En el caso del padre Julio César Grassi, en Argentina, sobre dos causas y 17 acusaciones de abuso sexual, lo fue condenado en una de ellas, sobre la cual la Corte Suprema argentina tiene aún que expedirse, siendo un caso muy controvertido. Causas de acusaciones de molestia sexual de parte del padre Severino Manelli, fundador de los Franciscanos de la Inmaculada en Italia, fueron archivadas por la justicia civil italiana (http://www.irpinia24.it/wp/blog/2016/11/22/convento-frigento-cadono-le-accuse-contro-padre-manelli/).
[31] Tos de Aquino, Suma Teológica, II-II, 43, a.1.
[32] Cfr. II-II, 43, a.1, ad4.
[33] Cfr. II-II, 43, a.3, ad2. San Pablo lo advierte respecto a comer la carne inmolada a los ídolos, que de suyo no es pecado, pero puede serlo para los débiles: "Si mi comida ha de escandalizar a mi hermano, no come carne jamás por no escandalizar a mi hermano" (1 Cor 8,13).
[34] En un sentido cnico jurídico, el encubrimiento es el acto realizado por una persona, que sin tener participación en un hecho delictivo cuya comisión conoce, bien lo auxilia para que se aprovechen de los efectos del delito, o bien desarrolla una actividad de ocultamiento de los instrumentos y efectos del mismo, o bien ayuda a los responsables del delito a eludir la acción de la Justicia (cfr. http://www.enciclopedia-juridica.biz14.com/d/encubrimiento/encubrimiento.htm).
[35] S.S. Juan Pablo II, Audiencia general del 17/10/1984: «La Iglesia debe ser integralmente fiel a su Señor como la Madre de Cristo, poniendo en práctica la opción preferencial por los pobres, que no debe ser ciertamente ni exclusiva ni excluyente. Afirmé en Santo Domingo y lo repito de nuevo aquí "el Papa, la Iglesia y su jerarquía quieren seguir presentes en la causa del pobre, de su dignidad, de su elevación, de sus derechos como persona, de su aspiración a una improrrogable justicia social". Con tal de ser conscientes de que la mayor caridad que se puede hacer al hombre es anunciarle que Cristo ha resucitado y es el Señor, y que se comparte su necesidad» (https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1984/documents/hf_jp- ii_aud_19841017.html).